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Con el verano a punto de finalizar, muchos ya hemos dejado las vacaciones atrás. Al menos, la mayor parte. Nos enfrentamos a una época en la que suele haber muchos cambios. Durante el verano y las vacaciones hay más tiempo libre para valorar nuestra situación. Horas libres para pensar lo que merece la pena mejorar, cambiar por completo o dejarlo todo como está. En definitiva, de tomar decisiones sobre lo que hacer en la siguiente etapa de nuestra vida.

Tomar decisiones puede llevar a cambios de pequeño calado, como retomar los estudios. Pero en muchos casos desembocan en otros mucho más importantes. Por ejemplo, un cambio de trabajo o dejar una relación que no marcha bien.

Por pequeños que sean los cambios, deben meditarse bien, valorando lo positivo y lo negativo que traerán a tu vida. Hay que valorar si conviene avanzar o no. Y, cuando se toma una decisión, es mejor afrontar los cambios que esta conlleva. No hay que ser víctima del miedo que muchas veces nos atenaza si estamos decididos a hacer algo. Los cambios son el motor del avance de nuestras vidas, y retrasarlos solo frenará nuestra evolución.

No aplaces el tomar decisiones: aleja la procastinación

Seguro que muchas veces te has visto en una situación parecida a esta: ya has tomado la decisión de cambiar algo pero, en vez de hacer el cambio de inmediato, no paras de aplazarlo sin motivo racional ni aparente alguno. A esto se le llama procastinar, y lo mejor es afrontar la situación y evitarlo a toda costa.

Para ello, puedes utilizar varios trucos. El primero consiste en poner un plazo máximo para tomar la decisión y respetarlo. El segundo, en decir «no» a tareas que no sean importantes y que te llevan a aplazarla. Tan solo te servirán para perder el tiempo y no hacer lo que tienes decidido.

Si se trata de una decisión importante, también resulta útil comentarlo con amigos, familiares u otras personas que te puedan orientar. Con esto no solo la vas a hacer pública si no que te servirá para ordenar y validar tus ideas. También estarás buscando su apoyo para cuando puedas necesitarlo durante el proceso.

En caso de que hayas decidido hacer un cambio complicado o penoso, como por ejemplo estudiar una oposición, dejar una relación de pareja, etc.  Ofrécete un premio cuando se haya completado. Marcar unos objetivos antes de empezar y revisarlos cada cierto tiempo te ayudará a mantenerte enfocado en la decisión que has tomado. Con esto podrás comprobar si todo va como planeaste y variar el rumbo si es necesario.

Fuera miedos: afronta con decisión los cambios en tu vida

A veces, los miedos ante un cambio de situación nos pueden llevar a aplazarlo de manera indefinida. E, incluso, a no realizarlo nunca. Como consecuencia, las posibilidades de avanzar a un estado mejor y a una situación más satisfactoria quedan limitadas.

Tomar decisiones implica cambios, y es normal sentir cierto pesimismo ante ellos. También indecisión y dudas por no saber a ciencia cierta qué pasará. No hay que olvidar que los cambios acarrean, frecuentemente, ciertas complicaciones. Además, pensar que estamos mejor sin complicarnos la vida puede frenarnos, debido al miedo a la incertidumbre.

En realidad no son más que pretextos que nos inventamos para no afrontar con decisión la nueva situación. Por lo tanto, si ya has decidido lo que vas a cambiar, hazlo cuanto antes y céntrate en todo lo positivo que lleva asociado el paso que vas a dar.

Eso sí, hacerlo no tiene por qué implicar un salto al vacío, ni tener que llegar a una ansiedad que derive en un ataque de pánico. En ocasiones, sobre todo si el cambio es de calado, es conveniente dar antes pequeños pasos que lo faciliten.

Por ejemplo, en el caso de que hayas decidido iniciar estudios superiores y lleves tiempo sin estudiar puedes comenzar, unos meses antes, a repasar materias relacionadas con ellas que ya cursaste en su día. Así adquirirás conocimientos básicos para que algunas asignaturas te resulten más sencillas.

Salir de la zona de confort para afrontar los cambios

Casi seguro que a estas alturas habrás escuchado ya hablar de la zona de confort como uno de los obstáculos que impiden avanzar y cambiar para mejorar. Esta zona de confort no es más que un estado de la mente que bloquea el cambio y el crecimiento. También cualquier actitud relacionada con un aumento de nuestras habilidades y con el aprendizaje de cosas nuevas.

Es la responsable de que pienses que estás muy bien sin probar cosas o experiencias nuevas, y te da la sensación de que cambiar o mejorar no merece la pena.

Cuando la zona de confort nos domina experimentamos cierto grado de satisfacción, aunque careceremos de estímulos para avanzar y mejorar. La vida se convierte en una sucesión de rutinas carentes de incentivos y novedades. Lo normal es que, si no se sale nunca de esta zona, terminemos por experimentar apatía y falta de interés por probar experiencias.

Por lo tanto, intentar salir de ella cuando has tomado la decisión de hacer un cambio en tu vida es básico para poder conseguirlo. Esto implica, en muchos casos, evitar excusas, correr riesgos y enfrentarse a situaciones distintas a las habituales. Abandonar la zona de confort puede llevar a sentir inseguridad y un poco de ansiedad. Es normal experimentarlas ante los cambios. Pero, en lugar de que funcionen como un freno, mejor tomarlas como las emociones que te llevarán a conseguir el objetivo.

La salida de la zona de confort no solo facilita la consecución de los objetivos marcados, sino que también incide en otros rasgos de la personalidad. Por ejemplo, aumenta la flexibilidad y la determinación, y nos convierte en más permeables ante los cambios.

En definitiva, los miedos y excusas que nos ponemos cuando empezamos a tomar decisiones para hacer un cambio no son más que obstáculos para «no» complicarnos la vida. Tomar decisiones, salir de la zona de confort y afrontar novedades,  mejoras y nuevas situaciones nos ayudará a conseguir objetivos. Si dudas, en Despertares podemos ayudarte, identificando tus miedos y resistencias y trabajando conjuntamente para crear objetivos realizables y estrategias para llevarlos a cabo, a través tanto del Coaching Personal, como de la terapia individual.

 

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