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Hay personas que siempre están preocupadas, viven en un estado de continua angustia. Con el tiempo estas preocupaciones se vuelvan crónicas, excesivas y aprensivas y cada vez más difíciles de controlar.

Un ejemplo frecuente es: Miedo a que algún familiar o la misma persona que sufre este trastorno, puedan tener un accidente, enfermarse o morir. Este temor implica anticipar desastres todo el tiempo, mostrarse excesivamente ansioso por la salud, el dinero, la familia o el trabajo, aún cuando no existan motivos para hacerlo.

Este comportamiento  mantiene al paciente en un estado enfermizo, que dura casi todo el día y afecta la calidad del sueño  por la noche.

A diferencia de otros estados, este cuadro de angustia es constante, no se limita a un evento específico y no se presenta exclusivamente en forma de crisis.

Los síntomas más habituales que se observan en estas personas son:

Nerviosismo, irritabilidad, impaciencia, fatiga, inquietud, dificultad para concentrarse, tensión muscular, tics, temblores, dolor de cabeza, abundantes movimientos de piernas, incapacidad para relajarse, alteraciones del sueño, sudoración, taquicardias, mareos, problemas gastrointestinales, sequedad en la boca, mareos, respiración agitada y una sensación de tener un nudo en la garganta.

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